La semana pasada, los mercados financieros vivieron una reconfiguración del mapa de riesgos, impulsada por el soprendente comunicado del presidente Donald Trump: una suspensión temporal de 90 días en los aranceles recíprocos a la mayoría de los países, combinado con un brusco aumento al 145 % de los aranceles sobre China. La reacción del mercado fue rápida, pero no homogénea.
Renta variable: alivio superficial, tensión latente
El VIX, índice que mide la volatilidad implícita del S&P 500, cayó cerca de 8 puntos en la semana, reflejando una aparente disminución del miedo en el corto plazo. Esta caída se produjo incluso mientras la volatilidad realizada, en particular la intradía, seguía aumentando, lo que indica que los movimientos dentro de la jornada fueron intensos. El rango diario del S&P 500 (diferencia entre máximo y mínimo) se duplicó, alcanzando niveles no vistos desde la crisis financiera de 2008.
Aunque el mercado subió, los inversores reajustaron sus coberturas, lo que se reflejó en el cambio hacia puts frente a calls (ratio delta 25) subió del percentil 92 al 99. Esto sugiere que, a pesar del rebote, los gestores están pagando primas más altas por protección ante caídas, lo que suele ser señal de cautela estructural.
Bonos: máxima tensión desde 2001
El impacto más importante se produjo en el mercado de renta fija. La rentabilidad del bono del Tesoro a 10 años registró su mayor subida semanal desde 2001, impulsado por una combinación de incertidumbre política, temores inflacionarios y un posible endurecimiento de la política comercial. Esta liquidación provocó un fuerte repunte en la volatilidad implícita de los bonos de largo plazo: el índice VIXTLT saltó más de 60 puntos, alcanzando los 190 puntos básicos.
El mercado de opciones sobre bonos refleja ahora una prima sustancial en puts sobre calls, lo que indica que los inversores se están posicionando para más subidas en los rendimientos (y, por lo tanto, caídas en los precios de los bonos).
Materias primas y divisas: el refugio del oro y la presión sobre el dólar
El oro volvió a posicionarse como el refugio por excelencia, con un aumento de 6 puntos porcentuales en su volatilidad implícita, impulsado por una fuerte demanda de opciones de compra. En cambio, el dólar estadounidense fue uno de los activos más castigados, con caídas relevantes frente a otras divisas y un repunte en la volatilidad cambiaria, reflejando la creciente incertidumbre geopolítica.
El petróleo también se unió al repunte de volatilidad, presionado por el nuevo escenario comercial y las preocupaciones sobre el crecimiento global.
Dispersión y correlaciones: ¿rotación o fragmentación?
Un dato técnico clave: el índice DSPXSM, que mide la dispersión esperada entre las acciones del S&P 500, alcanzó un máximo de 5 años (43,2 %). Esto sugiere que el mercado está anticipando movimientos diferenciados entre compañías, posiblemente ante la inminente temporada de resultados. Mientras tanto, la correlación implícita cayó a 42,5 %, en contraste con una correlación realizada de corto plazo (1M) del 65 %, una divergencia que suele anticipar una mayor diferenciación sectorial.
Este entorno favorece estrategias de selección activa y posicionamientos relativos (long/short), especialmente en un contexto donde los nombres tecnológicos vuelven a estar en la mira.
Conclusiones
En resumen: el descenso del VIX podría dar la impresión de calma, pero los mercados de opciones nos cuentan otra historia. Bajo la superficie, hay una reconfiguración profunda del riesgo. Aumento en la dispersión, tensiones en los bonos, asimetrías acentuadas y coberturas activas nos recuerdan que este ciclo de volatilidad está lejos de resolverse.